viernes, 18 de junio de 2010

Dueto de amor a la deriva

Pobres nosotras, fantasmas de fantasmas, las actrices de los sueños de los pobres nosotros, pobres tipos, que nunca seremos capaces de enamorar a aquellas que solo vivimos en sus fantasías y nos reflejamos en los espejos solo por ellos, y nos rompemos el alma trabajando para darles un buen pasar a cambio de un par de caricias y sonrisas que inventamos, porque no nos queda otra que improvisar sensaciones para tenerlos contentos, para que vean que uno las quiere que les compraría un sacón de espuma si fuera posible, aunque todo el mundo sabe que es imposible dejar de ser esto que una es, una ilusión que tomó vida y se te apareció en una de esas vidrieras de la calle Corrientes para que yo, atontado, cayera de espaldas y te diera cuanto se te antojara: una caja de música, los caramelos de mentol que te hacen cosquillas en la lengua o aquel frasquito que busqué tanto tiempo por San Telmo, el de la tapita así, pintadito allá, como el que tenía mi abuela en su cuarto de fantasma, porque ella también solo fue el vapor de alguien esperado, igual que todas nosotras, las que vagamos por el mundo en busca de los necesitados de afecto como yo, el pobre gil que se enamoraba de la más linda del barrio y, por más que le empapelaba las paredes de poemas y le sembraba de pétalos los balcones de la casa, siempre quedaba mudo y engominado con las manos repletas de mentiras, porque qué otra cosa regalamos nosotras, las fantasmas, fantasías desesperadas de los tontos que queríamos agarrarnos a trompadas con el grandote que la llevaba de la cintura a la salida del baile y luego cargarla en nuestros brazos de acero, como el brillo que le pusiste a mi pelo, porque yo no soy más que aquello que vos creaste, una especie de animalejo que guarda en sí todas las imágenes de tu dormir y tu vigilia, un estirar la mente más allá de lo cierto…, solo eso: ansiar la cara del grandote rota a golpes y llevarte en mis brazos a cualquier lugar más blanco, donde no tengas que encontrarte con las chispas que se me derraman de los ojos pequeñitos, que hasta parecerían rojos como la pena que nos exhala el alma cada vez que nos damos cuenta que el juego se acaba, que ya no nos creen ni una mirada ni un grito, porque las trompadas siempre me las dieron a mí, porque sé que siempre te miré como de lejos, como si te hubieses equivocado de abrazo o, mejor aun, como si te hubieras olvidado en otros brazos, y es por eso que nunca vas a comprender que si yo estoy aquí es porque pasaste meses buscándome y buscándome, y que ya es bastante lo que te doy a cambio de tan poco cariño y falsas sonrisas anaranjadas, que me pinto porque vos me lo pedís, como cuando se te antoja cualquier otra chuchería en perla o en carmín. Y tanto sacrificio para qué, para nada, no sos más que una gata caprichosa, una embaucadora de hombres, que nunca buscó serlo porque, sabelo bien, una no elige lo que ha de ser, uno nace siendo un desamparado y se carga la vida con esa certeza en la espalda y por más que aparezca cualquier mujerzuela, que hizo que supieras lo que era despertar con tu sueño durmiendo al lado, lejos y helado, que me recuerda a cada instante que soy un pobre infeliz que se golpea la frente contra tu mutismo y que, de bronca que me da, me lavaría el asco que me causan estos finales odiosos, en los que la verduga siempre es una, la que se acercó a vos porque me deslumbraste con ese pelo tan largo y tan negro y esa piel de porcelana que se resquebraja como lo nuestro. Porque ya está todo dicho, ya vuelve el tiempo de volver a la calle a buscar otra mujer, más buena, más santa que yo que hace tiempo voy de cama en cama añorando a alguien que me comprenda a mí, al pobre tipo que nunca supo elegir quien lo hiciera feliz o le diera un hogar, esa familia que nunca voy a tener para no condenar a nadie a esta vida de éxodo interminable, que nos va herrumbrando la sangre, porque sabemos que navegamos solos y a la deriva entre mentiras y escollos que nunca, nunca, podremos salvar.

Cuento inspirado en 62 Modelo para armar, que ya tiene varios años.

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